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miércoles, 23 de septiembre de 2009

Frecuencias y límites de la percepción (parte II): la alquimia

Hace ya un tiempo de mi primer y hoy ya penúltimo post acerca de las frecuencias y los límites de la percepción. Casi me dan ganas de comenzar con un "…como decíamos ayer…" a la manera de Fray Luis de León.

En el post anterior os hablé muy someramente acerca de las frecuencias, la percepción humana, y las nuevas teorías físicas (no tan nuevas) que conectan esta rama de la ciencia con la filosofía, e incluso con la religión. El post anterior estaba lleno de links a los que podéis acudir para saber un poco más.

Hay algunos que piensan y han pensado a lo largo de la historia que la relación del ser humano con las frecuencias, con el universo en definitiva, es el secreto mejor guardado de la humanidad. Desde los antiguos egipcios, pasando por Grecia y Roma, permaneciendo con el Islam y a través de él de vuelta a Europa hasta los gnósticos y los alquimistas de la Ilustración, los rosacruces o David Icke.

Igual que hice en el anterior post, vamos a profundizar un poco en los temas a través de dos elementos diferentes: la mecánica cuántica y las ondas mecánicas (podríamos decir el nivel microscópico y el macroscópico).

Si hablamos de la mecánica cuántica y su relación con este tema, debemos hablar de la alquimia, como elemento integrador de los conocimientos e investigaciones tanto químicos como metafísicos a lo largo de los siglos.

La alquimia tiene su origen en el antiguo Egipto (y probablemente aún antes), y en la "deidad" sincrética Hermes Trismegisto. No se sabe si este personaje realmente existió en los tiempos de Abraham, o es una transfiguración del dios egipcio Thot. De Hermes Trismegisto supuestamente proceden las primeras investigaciones alquímicas y metafísicas (como la tabla esmeralda que tradujo del latín al inglés sir Isaac Newton). En cualquier caso, sí se sabe con certeza que el faraón Keops, por ejemplo, fue alquimista.

Los conocimientos de la alquimia, fueran los que fuesen originariamente, desaparecieron cuando el emperador Diocleciano ordenó quemar todos los textos alquimistas en el 292 d.C., tras la revuelta de Alejandría, el más importante centro alquimista de la antigüedad.

Antes de su desaparición, la alquimia egipcia influyó decisivamente en el pensamiento heleno y posteriormente romano, y se trasladó al Islam a través de Egipto. Cuando debido a la Iglesia Romana la esencia sincrética y espiritual de la alquimia desapareció de Europa, se conservó en el Islam, y finalmente regresó a Europa a través de España, para dar lugar a la gran actividad de los siglos XVI y XVII (con nombres como Roger Bacon, Paracelso o Tycho Brahe).

El conocimiento que comúnmente asociamos con las actividades de la alquimia es que buscaban la transmutación de los metales (especialmente plomo en oro), el remedio a todas las enfermedades a través de un solo medicamento universal (la panacea) y especialmente la búsqueda de la piedra filosofal, que permitiría al hombre vivir eternamente.

Esta búsqueda de la vida eterna era el fin último de la alquimia, aunque todos asociamos esta vida eterna con la eterna juventud y el vivir indefinidamente hasta el fin de los tiempos. Sin embargo, si la ciencia moderna ha demostrado fehacientemente que el tiempo tal y como lo concebimos no existe (como expliqué en el anterior post), la vida eterna bien pudiera ser la consciencia absoluta de esa falta de tiempo. Si uno pudiera recordar y vivir tanto su pasado como su futuro, y recordar tanto su muerte como su nacimiento ¿no sería eso una forma de inmortalidad? (Volveremos en un próximo post sobre esto, pero quería incluir este punto de vista, aunque sólo sea una pincelada).

El auténtico mensaje de la alquimia no era material, ni estaba rodeado de retortas, alambiques y compuestos extraños, sino que era un camino de iluminación individual, que daría lugar después a las posibilidades mecánicas. Tanto en la alquimia china, como en la India, Egipto o el Islam, el conocimiento de los alquimistas siempre estuvo basado y fue esencialmente espiritual, en la búsqueda de esa sabiduría espiritual que permitiría sobrepasar las barreras físicas y mecánicas del mundo (la vejez, la enfermedad, el tiempo, la muerte).

Vamos a ver en qué han quedado estos principios de la alquimia con un poco más de perspectiva y en relación con el tema que estamos tratando: transmutación, panacea, y piedra filosofal.


Transmutación

Quizá ninguno sepa que la transmutación del plomo en oro ya se ha realizado. Como lo oís. En 1919 Rutherford convirtió nitrógeno en oxígeno con un procedimiento que se sigue usando hoy día de forma industrial. Y en 1980 el premio nobel de química Glen T. Seaborg transmutó plomo en oro gracias a la manipulación nuclear, aunque el oro resultante sólo duro un par de segundos ya que era altamente inestable (es lo que tiene quitar tres protones por las malas a un núcleo atómico).

Sin embargo, el procedimiento de transmutación del plomo en oro sólo era una herramienta para los alquimistas, el verdadero fin era la iluminación individual. Creían que el proceso por el cual se transmuta el plomo en oro podría después ser aplicable al ser humano, hasta el punto de convertir al más abyecto de los asesinos en un auténtico Santo, en el sentido original de la palabra, convertirlo en un ser tocado por Dios, o un ser "acercado" a Dios. Es decir, el fondo de la cuestión es que la manipulación atómica del ser humano, la manipulación de su equilibrio energético, subatómico y molecular (la transmutación en lenguaje alquimista), puede transmutar al ser humano y cambiar su "estado imperfecto, enfermo, corruptible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno".

Panacea

De este modo mencionado arriba, el proceso de transmutación serviría asimismo como panacea que curase todas las enfermedades, especialmente las enfermedades más graves, las del alma. La Iglesia Romana ha combatido ferozmente este tipo de concepción y conocimiento, desde la declaración de herejía impuesta a la gnosis (que formó parte del cristianismo primitivo y estaba estrechamente relacionada con la alquimia y con el zoroastrismo) hasta la persecución que llevó y lleva a cabo contra los alquimistas y científicos desde la edad media hasta nuestros días.

Una de las ramas de ese conocimiento que también combatió la Iglesia Romana (el antiguo Imperio Romano es el imperio que realmente nunca ha tenido fin y sigue gobernando nuestro mundo hoy día, aunque eso sería tema de otros muchos posts), es la relación de las frecuencias mecánicas con el hombre. Es decir, la influencia, sanación, transformación, que las ondas mecánicas tienen sobre el ser humano.

Este conocimiento es muy anterior a la Iglesia Romana (brazo ejecutor del Imperio por antonomasia durante muchos siglos), y era y es practicado en Oriente desde siempre. La Iglesia simplemente lo erradicó de Europa occidental (y tras la colonización lo erradicó también de la mayor parte del resto del mundo), y es un buen ejemplo de la filosofía alquimista y ese conocimiento hurtado a muchos seres humanos.

En el lejano oriente cosas como la musicoterapia, o la cromoterapia no suenan a novedades "new age", sino que forman parte de un conocimiento de milenios, tal como ocurría en Oriente Medio y Europa oriental antes de la llegada del Imperio. Hay tres ejemplos clarísimos (entre otros muchos) de esto: los cuencos tibetanos, el llamado solfeggio y los mantras.

Aunque serán objetos de otro post diferente más adelante, las frecuencias que emiten los cuencos, las notas musicales originales del solfeggio y los mantras causan cambios en los organismos. Los mantras, de hecho, causan un cambio en las ondas cerebrales, no por la repetición de las palabras sin sentido de que constan, sino por la entonación grave y repetida con que se ejecutan, y que al reverberar en la cavidad craneal afectan al cerebro.

Las notas del solfeggio, que son las que se utilizaban en música desde los tiempo primitivos hasta el siglo XVII aproximadamente, tienen una frecuencia diferente que las notas actuales a la que estamos acostumbrados, y por tanto reverberan en nuestro organismo de forma diferente. La Iglesia empezó a combatir esta afinación musical sobre todo a partir del siglo XVII, dando finalmente lugar a la escala temperada, en la que todas las frecuencias de las notas han sido ligeramente alteradas con el fin de que todos los intervalos (la distancia sonora entre las diferentes notas) sean iguales.

La escala temperada es la que se lleva usando en la música occidental desde hace más de trescientos años, y de hecho nuestro oído no conoce otras notas hoy día. La escala temperada fue promovida por la Iglesia, ya que en el siglo XIX la mayor parte de la producción musical estaba patrocinada por la iglesia, y por lo tanto la adopción de un sistema de afinación diferente (temperado) hizo que cualquier otra música popular fuera de la eclesiástica se "quedara fuera". Se la califico de pagana y se les forzó a adoptar el mismo sistema de afinación. En aquel entonces podemos imaginar que ese cambio es como el que hoy en día se realiza con la televisión digital, por ejemplo. No hace falta que prohiban la analógica, basta con que con cualquier excusa (mejor calidad) se deje de emitir con el antiguo sistema. Dentro de un año no existirá nada más que televisión digital debido al progreso. De modo análogo se vendió la escala temperada, ya que las mejoras técnicas en la construcción de instrumentos musicales hicieron "preferible" y "más moderno" el uso de la escala temperada. Además, la mejora en los transportes a través de Europa hizo que el uso de una escala igual en todas partes facilitara el movimiento de ejecutantes y sobre todo instrumentos fabricados en otras partes.


Este hurto de las escalas "reales" y antiguas del solfeggio lo que nos ha quitado es toda la serie de armónicos que contienen esas frecuencias específicas, que resuenan con nuestro organismo y tienen efectos perceptibles. Y esto no es una chorrada new age, porque todo el movimiento new age como "religión" del tercer milenio, con su apropiación de elementos orientales, sincréticos y terapias supuestamente milenarias no es más que una cortina de humo que también pretende hurtarnos lo más profundo.

Estos mismos armónicos son los que generan los cuencos tibetanos al ser golpeados o frotados, y son los que tienen una capacidad curativa sobre el organismo.

La Piedra filosofal

Como tercer concepto alquimista, quizá el menos entendido y el más importante, es la piedra filosofal. Como decíamos más arriba, la piedra filosofal era la búsqueda de un proceso que, aplicado al ser humano pudiera, pudiera producir la iluminación.

Los alquimistas de la edad media y el renacimiento utilizaron los medios que tenían a su alcance para buscar la piedra filosofal, destilaciones de elementos, mezclas químicas extrañas, cocción, etc. En suma, retortas y alambiques, pero es que en aquel entonces no disponían de otros medios para su búsqueda.

Hoy día, sin embargo, sabemos que la aplicación de determinadas frecuencias al ADN (fundamentalmente a través de luz láser) pueden causar modificaciones de este. El ADN humano estudiado por los científicos occidentales es sólo el 10% del total de genes, y es esta décima parte la que fabrica proteínas. Los investigadores han clasificado el 90% restante como "ADN basura", que no sirve para nada.

¿No es un poco raro que la naturaleza, presumiblemente tan sabia, dedique el 90% de algo a absolutamente nada? Científicos rusos se han dedicado a investigar ese 90% de chatarra, y los resultados de sus investigaciones son asombrosos.

Según los rusos, el 10% del ADN está dedicado a construir nuestro cuerpo (a crear proteínas), y el otro 90% es ADN dedicado al almacenamiento de información y a lenguaje (¡).

Efectivamente, el doctor Piotr Garjaiev y su equipo han descubierto que el ADN basura tiene unas reglas gramaticales y sintácticas como cualquier idioma "humano". Nuestros queridos rusos han estudiado también el comportamiento vibratorio del ADN humano, con unos primeros resultados también increíbles. El ADN es capaz de vibrar en sintonía con un frecuencia externa a la que se le someta, en el caso ruso, un haz láser, y puede reestructurarse conforme al patrón vibratorio que se le aplique. Para que se efectúe una modificación, lo imprescindible es que la frecuencia del láser sea la correcta.

Los rusos han utilizado un rayo láser para transmitir frecuencias a ADN en vivo e in vitro, y siempre ha funcionado una vez descubierta la frecuencia correcta. El uso del láser es por la capacidad de modulación de frecuencias que proporciona en un entorno experimental, pero las frecuencias, como vimos en el anterior post, se transmiten de mil maneras y por todas partes.
Artificialmente podemos dañar o reestructurar el ADN a través de los rayos X, los láser, o incluso la irradiación de una explosión atómica; pero estas son frecuencias "incorrectas" que nos hacen enfermar. Hay una serie completa de frecuencias "correctas" que se utilizaron en la antigüedad y que se hurtaron a nuestro conocimiento.

De hecho, la capacidad receptora de vibración, energía e información que tiene el ADN explica por ejemplo la conciencia grupal que tienen muchos animales (especialmente insectos), o el fenómeno del "centésimo mono" que tiene lugar entre los monos y simios (y hombres).

Sabemos cada vez por más y más vías que el universo es energía vibrando en diferentes frecuencias, y que nosotros mismos no somos más que energía y frecuencias de vibración. Sabemos que las frecuencias nos alteran y producen efectos en nosotros, indeseados como la enfermedad, o beneficiosos como los mantras. ¿Por qué se nos ha robado el conocimiento que durante milenios hemos poseído acerca de los sonidos y la vibración?

No queda sino pensar que este conocimiento y las posibilidades que ofrece es lo que nos quieren esconder desde los tiempos apostólicos. Desde el Imperio Romano, a través de la Iglesia Romana y las monarquías primero, la inquisición después, y los gobernantes y poderosos últimamente, han perseguido este conocimiento último de los alquimistas de Egipto, China, India o Mesopotamia. Y si esta capacidad de información y transmisión/recepción que tiene el ADN es un secreto a guardar, qué casualidad que todos aquellos que lo han guardado y perseguido a lo largo de dos mil años compartan precisamente eso: su ADN gracias a la consanguinidad.

martes, 30 de junio de 2009

Frecuencias y límites de la percepción (parte I)

Al analizar todas las informaciones y hechos que se suelen tratar en este blog y en tantas otras páginas, y que no hacen sino contraponer nuestra percepción de las cosas a la realidad que subyace bajo su apariencia, es bueno que echemos un vistazo a la percepción.

La percepción humana es muy limitada, esto no es un secreto.

En cuanto a la visión, nuestro sentido más importante, podemos ver solamente el espectro visible, que con el antropocentrismo que caracteriza a nuestra especie damos en llamar simplemente “luz”, como si todo lo demás no fuera luz. Sin embargo, la “luz” que vemos, y que nos permite distinguir los objetos y percibir nuestro mundo a través de la vista, es una minúscula parte del espectro lumínico. Un ser humano con muy buena vista puede ver las ondas de frecuencias comprendida entre 120 y 384 THz. Lo que esté entre esas dos longitudes, es nuestro mundo, del resto no podemos ver nada. Es invisible para nosotros.

Para hacernos una idea de la limitación que esto supone, el espectro electromagnético, dentro del cual está el espectro visible, comprende las frecuencias que van desde las menores de 30 Hz (extremadamente baja frecuencia, con una longitud de onda de entre 10 y 100 metros) hasta las frecuencias por encima de los 20 EHz (un Exaherzio equivale a 10 elevado a la 19 potencia Herzios, es decir, un 1 seguido de 19 ceros). Los rayos gamma, por ejemplo, tienen una frecuencia de entre 5.000 y 50.000 veces la frecuencia del espectro visible.


Es decir, por debajo del espectro visible nos encontramos los infrarrojos, las microondas y todas las ondas de radio, mientras que por encima están los ultravioleta, rayos X y rayos Gamma. El espectro visible es sólo un pequeñísimo porcentaje de todo el espectro electromagnético, y sin embargo estamos rodeados por todas las longitudes de onda. A través de la atmósfera nos llega la luz ultravioleta e infrarroja, y de manera algo más atenuada los rayos X y Gamma, y desde luego conocemos y utilizamos perfectamente las microondas y las ondas de radio. Toda estas ondas electromagnéticas son absorbidas y reflejadas en mayor o menor medida por los objetos, y nuestros ojos sólo son capaces de ver los colores (y por tanto las formas) de los objetos en la medida en que reflejan la luz del espectro visible.

Dicho en otras palabras, si un objeto sólo reflejase la luz ultravioleta, las microondas o los rayos gamma, por ejemplo, no lo veríamos. Esto es lo que hace la policía para descubrir manchas de sangre borradas iluminándolas con luz ultravioleta para hacerlas visibles (porque las manchas invisibles al ojo humano sí que reflejan otros tipos de luz invisibles para nosotros), o lo que hacen los militares con las gafas de visión nocturna (ya que la irradiación infrarroja es emitida por los cuerpos según su temperatura, siempre que estén por encima del 0 absoluto, -273º).

Con respecto a su manera de propagación, las ondas se clasifican en ondas electromagnéticas, de las que hemos hablado, ondas gravitacionales, que darían para un millón de post y libros (ya que producen un discontinuo en el espaciotiempo), y las ondas mecánicas, como son las ondas sonoras, por ejemplo.

Las ondas mecánicas necesitan de materia a través de la cual propagarse, mientras que las ondas electromagnéticas no. Es por esto que las películas de Star Wars son incorrectas al “escucharse” las explosiones en el espacio. Si no hay materia para propagarse, no hay ondas mecánicas, ergo no hay sonido.

De este modo el espectro audible comprende las ondas mecánicas que están entre los 20 Hz y los 20 KHz. Por encima y por debajo están los ultrasonidos y los infrasonidos. Las erupciones volcánicas o los terremotos causan un sonido similar en amplitud (en dB, en volumen, hablando en plata) al de una explosión atómica, pero al estar por debajo del espectro audible no lo oímos.

Un fenómeno muy interesante lo producen los ultrasonidos aplicados a un líquido, dado que provocan cavidades en el elemento que al colapsar originan temperaturas de hasta 30.000º y desprenden luz (por increíble que parezca, este fenómeno existe y se le llama sonoluminiscencia). La sonoluminiscencia produce la emisión de radioactividad, libera ondas electromagnéticas ionizantes (ondas ionizantes son los rayos X y rayos gamma que veíamos más arriba). Este fenómeno nos da un puente de unión entre las ondas mecánicas y las ondas electromagnéticas. A Tesla le hubiera entusiasmado este fenómeno (si es que no lo conocía antes que nadie), ya que tuvo su papel en la búsqueda de la fusión fría.

Todas las ondas electromagnéticas y acústicas están presentes en nuestro entorno, de manera natural o artificial, y nos envuelven, aunque no las veamos ni oigamos.

Nuestro propio cuerpo y nuestro propio cerebro no son más que emisores y receptores de estas ondas. Producimos y recibimos ondas, no sólo a través de nuestros órganos sensitivos, sino a través de nuestras células, a través del ADN que está encerrado en los cromosomas del núcleo de nuestras células, que necesitan la bioquímica y la relación entre sus átomos para funcionar. Toda la existencia del universo se basa en la energía, y las ondas no sólo nos afectan, sino que están en la base de nuestra relación con el cosmos.

Podemos ver claramente el efecto de determinadas ondas en las células, en nuestros átomos y reacciones bioquímicas, al comprobar que los rayos X en exceso nos provocan cáncer (un malfuncionamiento de la química celular), o al ver que se emplean los rayos Gamma para esterilizar el instrumental médico (ya que destruyen las bacterias). Al tener una intensidad, una fuerza mayor (porque derivan de reacciones nucleares, en el caso de los rayos Gamma), estas ondas son además un buen ejemplo de las nuevas teorías físicas, en las cuales ya no cabe hablar de diferencias entre ondas y partículas (indistintamente se puede hablar de ondas o partículas Alfa, Beta o Gamma).

También nos afectan directamente las ondas gravitacionales (también explicables teóricamente como partículas, el llamado gravitón), dado que suponen otro elemento de relación del hombre con el universo, con las células y átomos del hombre, más exactamente. La gravedad es una de las cuatro fuerzas del universo, que relaciona toda la materia entre sí dependiendo de su masa. Nuestra relación con el planeta, el sol o la luna como cuerpos cercanos está determinada por la gravedad, a todos los niveles, ya que si bien la gravedad no tiene una gran potencia cercanamente, sí actua a grandísimas distancias astronómicas.

Todavía no se ha podido elaborar una teoría del campo unificado que incluya el electromagnetismo, la gravedad, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil, ya que esta teoría, que se deduciría (y superaría) de la teoría de la relatividad general, no sólo afectaría a la física como la conocemos, sino que entraría directamente a explicar el espaciotiempo, con las implicaciones que eso tendría para el ser humano.

Einstein dijo una vez: “En cuanto a la materia, hemos estado completamente equivocados. Lo que hemos llamado materia es energía, cuya vibración ha sido tan reducida que es perceptible por los sentidos. No existe la materia”.

No somos algo separado del resto de las fuerzas del universo, sino que somos esas fuerzas, y nuestra interacción energética con el universo es lo que realmente nos da información, dejando a un lado la falacia de los sentidos. Aunque eso ya lo decía Parménides 500 años antes de Cristo, al negar la evidencia de los sentidos y descartar el devenir y el cambio.

Los cambios que vemos en el mundo no son más que configuraciones y reconfiguraciones de la energía, que nuestros sentidos y nuestro cerebro identifican como “cambio”, y como “tiempo”, aunque ambos conceptos están sólo en nosotros. No hay materia.

Y ya que nos quitamos conceptos erróneos, tampoco hay tiempo. Salvo quizá la flecha de tiempo psicológica que también crea nuestra mente (¡¡¿Cómo, cómo, cómo? !!).
Einstein también dijo: “Pasado, presente y futuro son sólo ilusiones, aunque sean ilusiones pertinaces”. Una buena definición del tiempo es que lo que recordamos configura el pasado, mientras que el futuro consiste en esos sucesos que no pueden ser recordados.

La memoria no es más que un almacenaje imperfecto en las neuronas del cerebro de los eventos que perciben los sentidos. Los eventos no son más que reordenaciones de la energía que nuestros sentidos codifican a su manera, y la línea de recuerdos nos hace desarrollar una flecha del tiempo psicológica, dado que no podemos recordar el futuro, y nos hace ver la causalidad donde realmente no existe. Si no existe el tiempo, y por lo tanto a un evento no le sigue otro “en el tiempo”, ¿dónde está la causalidad?. ¿tenemos acaso algún efecto sobre nuestro entorno de forma causal? Quizá el vaso que se nos rompe al caerse no se rompa realmente por el golpe.

Y de todas maneras da igual, porque no hay vaso.